Cinexcusas - Reseñas, premieres y lo que se acumule!

sábado, noviembre 26, 2005

¿Y qué si...? La clonación en el humano

¡Hija de su pintita... madre! © Europacorp
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Quién que se ha atrevido a imaginar el resultado del producto de la clonación de un ser humano, ya puede encontrar la respuesta. Por lo menos en la imaginería cinematográfica de Aruna Villiers, directora francesa que con su ópera prima El Clon (A ton image), ofrece su punto de vista inspirado en la obra literaria homónima de Louise L. Lambrichs, quien en 1998, cuando su lanzamiento, estaba considerada aún como ciencia ficción.
A punto de finalizar el 2005, con el anuncio de haber concluido exitosamente la clonación de Snuppy, un perro de caza afgano (que se suma al de Dolly, aquel famoso borrego y el primer gato clonado con fines comerciales, a cargo de Genetic Savings and Clone Incorporated), la cinta de Villiers no es nada esperanzadora.
Si la premisa de la clonación es hacer una copia fiel a un original ¿cuáles son las implicaciones en el caso del ser humano? ¿Hasta dónde el clon posee los mismos sentimientos, gustos, preferencias y memoria de su progenitor?
El romance entre la oscura-aventurera Matilde (Natassja Kinski) y el prestigiado doctor Thomas (Christopher Lambert), nace a partir de la mera casualidad y torna rápido en el reencuentro afectivo que ambos necesitan. Sobre todo para ella, cuya anterior relación devino en divorcio y la fatídica muerte de su vástago. Ya bastante crecidita, Matilde no puede superar el trauma de procrear más familia, pero es aquí donde Thomas se valdrá de sus contactos (y un mentor tipo Dr. Evil) para lograr lo increíble: convertirla nuevamente en madre pero escondiendo el método de procreación: la clonación.
A la escritora, el acto de clonar le merece la calificación de "criminal", dado que realizar esta tarea en un ser humano representa una forma de experimentación consigo mismo. No pretendo armar aquí un debate que raya en lo moral-científico, pero si la clonación pudiese representar una mejor esperanza de vida, sus fines serían positivos. P´al caso, la cineasta se encarga de hacer más terrorífica la exposición del "¿qué pasaría si...?"
Hermosa y cada vez más maligna conforme pasa el tiempo, Manon (la hermosa Audrey de Wilder), hija-producto de la pareja en cuestión, saca toda la fuerza reprimida de su madre y torna aún más oscura. Es de las que no se anda con rodeos y tira a matar, si es necesario. Sí, Matilde prácticamente volvió a nacer, pero con un odio criminal hacia la vida y sus orígenes mismos, que no puede encarar un final más atroz (aquí es cuando pienso que la cinta se debió llamar "El pozo"). ¿Copia al carbón? Más bien, una nueva versión del original superada, tanto en fortaleza como en coraje. Que el espectador descubra cuánto más.
Si esta libre interpretación de la clonación en el ser humano es casi nada alentadora, qué bueno que se trata nada más de una apuesta cinematográfica. ¿Quién sí tiene la capacidad suficiente para explicar las consecuencias que ello traería? ¿Debemos esperar a que el tiempo pase y al tecnología nos rebase para constatarlo con ojos propios?

jueves, noviembre 24, 2005

XLVI Muestra. Los tres entierros de Melquiades Estrada

Acidito road movie con injusticia, sin pudor y con mucho humor negro. © Europacorp.
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En su momento, cuando Amores Perros (González Iñárritu, 2000) competía por el Oscar a la mejor película extranjera, Guillermo Arriaga me escupía, impávido, frente a sus alumnos de "producción cinematográfica" en un salón de clases del Tec de Monterrey, que no le importaba si ganaba o no la presea que otorga la academia americana.
"¿Para qué?" -insistía, cuando ya se había ganado con la misma película en el Japón de Kurosawa, el Canadá de Cronenberg y en la Francia de Godard y cuna de muchos otros maestros del cine mundial. El Oscar, por tanto, era un reconocimiento más. Pero no el más importante.
Saberlo ganador nuevamente en el país galo, durante el pasado Festival de Cine de Cannes por el guión de Los tres entierros de Melquiades Estrada, cinta que abre la XLVI Muestra Internacional de Cine, seguro no lo tomó por sorpresa. Con él, van apenas tres mexicanos que se alzan con la Palma de Oro en este certamen (los otros dos, el Indio Fernández y Carlos Carrera),
Pero a este cinéfilo le causó intriga conocer por qué demonios un mismo personaje tendría tres tristes entierros. De antemano, sabía que su mancuerna con Tommy Lee Jones iba más allá de que el texano le pidiera un guión para dirigir y actuar su ópera prima (aunque ya en 1995 dirigió The good old boys, pero para television). El mundo entero los vio alzarse con premios a mejor actor y mejor guión. ¿Por qué habríamos de esperar entonces hasta diciembre el estreno comercial de la siguiente obra entripada de Arriaga?
Basada en uno de los incontables casos verídicos de mexicanos caídos en frontera por injusticias de la patrulla fronteriza, la de Melquiades Estrada es, sí, una cinta que evidencia lazos fraternales entre dos poderosos personajes de industrias cinematográficas vecinas. Pero es también un grito a los oídos sordos del país vecino, cuya economía tiene a bien moverse con el trabajo y sudor de tantos connacionales que cruzan allende en busca del sueño de vida.
¿Qué puede esperar el espectador promedio de la cinta? Rendición de cuentas. Justicia por mano propia. Muchísimo humor negro voluntario. ¿Qué puede encontrar el cinéfilo seguidor de Arriaga?
1. Recurrencia a la pareja disfuncional. Ella rubia. Él... un machín de clóset. De la modelo de product shot para espectacular (Goya Toledo, en Amores Perros), a la madre desahuciada encarnada por Naomi Watts en 21 Gramos. Toca el turno a Lou Ann (January Jones), abnegada esposa del malencarado-nuevo-en-el-barrio Mike Norton (Barry Pepper, espléndido), oficial de la patrulla fronteriza cuya vida y oficio es tirar a matar a lo que se mueva. Mejor si se trata de los fockin´ brownies. Y fornicar cuando le plazca (ojo a la secuencia donde la realidad transita entre un programa de televisión y la vida conyugal en el trailer park) o usar su justiciera mano con revista XXX a bordo en horas hábiles. Más imperfecta la vida de ambos no puede ser. Ojo también a la sutileza con la que Lou Ann permea en su aburrida vida, a la prostitución como forma de eliminar el aburrimiento.
2. División del guión en tres o más actos/episodios. Fiel a sus orígenes, el guionista no podía no dividir su siguiente trabajo en partes iguales. En el intermedio, el espectador tendrá una suerte de road movie en el mero ambiente western. Valiendo de esa fuerte presencia que posee Tommy Lee Jones, se trepará al caballo como Pete Perkins, un ranchero texano cuya afinidad hacia los mexicanos (y la habilidad para hablarles en español: "you are bueno?") concibió su amistad con el Melquiades del título (Julio Cedillo) como algo inquebrantable. Y es de ahí donde echará mano para, no vengar su desafortunado homicidio, sino hacer pagar al culpable, un respetable sepelio.
3. Pasión por los animales. Sean el "cofi" una mascota de vecindad (y eventual rottweiler de peleas clandestinas) o los venados como un deporte cuando se trata de salir a cazarlos, Arriaga nos tiene acostumbrados a ver el sufrimiento de los animales -y del ser humano-, a destriparlos, escupirle sangre a la cámara y movernos esa fibra sensible cuando lo atestiguamos. P´a su suerte, Lee Jones comparte gusto por la cacería, entonces trabajar y convivir juntos se volvió un momento de compadres.
Seguro que el gran talento de este escritor mexicano dará muchas cosas de qué hablar en lo sucesivo, sea por iniciativa propia de historias que le ha tocado ver y que le pueden pasar a cualquiera (ese es el secreto, creo yo, del éxito en estos momentos hablando del cine mexicano) o mediante el trabajo mancuerna con personajes igual de talentosos, como ha sido hasta ahora.
Bien hecho maestro Arriaga. Gracias por poner de nuevo en alto el talento de los escritores de nuestro país y por encarar sin tapujos ni mordazas temas tan agudos como el de la migración al norte. Aún cuando te cueste un año parir el próximo guión, ya nos dejas con la inquietud de cuántas tripas en él invertirás.

jueves, noviembre 17, 2005

La Muestra cinematográfica que dejará huella

Da gusto ver que la cuasi industria mexicana dio para incluir cuatro largometrajes en el platillo fílmico del otoño. © Cineteca Nacional
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Para los cinéfilos capitalinos y cada vez más los del interior de la república, la llegada del otoño, y específicamente de este mes, es decisiva. Consolidada como un espacio que ha dejado huella en la cultura de nuestro país y que dos veces al año ofrece la cartelera alternativa para ofertar visiones de todas partes del mundo, la Muestra Internacional de la Cineteca, en su edición XLVI, tiene como premisa mostrar al espectador un “cine que deja huella”.
Si la pasada edición de primavera trajo un selectísimo grupo de películas y directores que dejaron en todos un grato sabor de boca, su sucesora está abanderada por la cada vez más creciente producción cinematográfica nacional. Magdalena Acosta, directora del recinto anfitrión en Coyoacán, asegura que tan sólo en este año se han apoyado un total de 46 proyectos de largometraje, cifras que ya pueden compararse con la producción de países como Brasil y Argentina en nuestro continente, pero distantes aún con las majors del país vecino.
Del modo que sea, con apoyos oficiales, sin ellos, a la aventura o en la búsqueda de nuevos formatos tecnológicos y de fórmulas narrativas, esta muestra tendrá la nada mala presencia de cuatro películas mexicanas, y evidenciará el creciente papel que los creadores y artistas nacionales tienen en co producciones alrededor del globo, aún cuando sus nombres no se encuentren estampados detrás de la silla del director.
Para abrir boca, Los tres entierros de Melquíades Estrada, premiadísima cinta de Tommy Lee Jones en mancuerna con el mexicano-maestro del guión Guillermo Arriaga, será el título premiere de las marquesinas. Reconocida en el pasado festival de Cannes, es un ejemplo de la brillantez del talento nacional puesta en marcha con apoyo del socio comercial más grande, en un claro ejemplo que los crews no deben estar necesariamente peleados.
Le siguen, en orden no menos descendente, Las vueltas del citrillo, de Felipe Cazals, todo un consagrado de nuestro cine, quien dice emplear a la misma gente de Canoa, Las Poquianchis o Los motivos de luz en una historia cuya locación es ahora una pulquería, como un centro social en la metrópoli más grande del mundo. Quién más si no Arturo Ripstein como otro emblema del cine mexicano. Esta vez, con La Virgen de la Lujuria, usa una cafetería de los años 40 como el espacio claustrofóbico donde un mesero y una prostituta encarnarán memorable relación sadomasoquista.
Las nuevas generaciones de cineastas como Ricardo Benet también tendrán voz en esta Muestra. Noticias Lejanas, reconocida con el Mayahuel al mejor director y fotografía en el pasado Festival de de cine en Guadalajara, es un claro ejemplo de la pujante actividad que los cineastas universitarios (en este caso, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica) ejercen, al emplear personajes e historias salidas de nuestra propia realidad: la marginación familiar que obliga a buscar en la capital el modo de salir adelante a pesar de los choques generacionales.
Radicado en Francia más no por ello lejano a problemáticas de nuestro continente, como es el caso del narcotráfico, Rosario Tijeras, de Emilio Maillé, recurre al tema del sicarismo (ya antes abordado por directores como Barbet Schroeder) pero focalizado en una mujer (la del título) y ubicado en la década de los ochenta, en Medellín. Basada en la novela Marcelo Figueras de Jorge Franco, el director opta por dar un tratamiento documental en momentos específicos de la trama, proporcionando aún más realismo a la ficción.
La selección mexicana remata con Mezcal, del profundamente oaxaqueño Nacho Ortiz, en una libre adaptación de la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry. A cuatro años de sus Cuentos de hadas para dormir cocodrilos, Ortiz regresa para no hablar del alcoholismo en celuloide: “simplemente el mezcal para cuando duele el alma”.
El resto de los 18 largometrajes participantes, provenientes principalmente de Europa, destacan títulos como 5x2 de Francois Ozon, la claustrofóbica Control del estadunidense radicado en Hungría Nimród Antal; Gente de Roma, de Ettore Scola; Querida Wendy, de Thomas Vintenberg bajo un guion del dogmatico Lars Von Trier y Buenos Aires 100km, de Pablo José Meza.
En su circuito metropolitano hasta mediados de diciembre, y en la red nacional que comprende 21 salas en el interior de la república hasta marzo de 2006, la Muestra se erige como la selección más viva y renovada que nos permite a muchos, acceder a los productos y visiones más recientes de la filmografía global.

viernes, noviembre 11, 2005

La cuñada y el hermano incómodo

Del cine latinoamericano, para todo el mundo. © The Stan Jakubowicz Co.
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Son ya 10 años del matrimonio entre Zoe (Bárbara Mori), hermosa señora mal tupida e infértil, e Ignacio (Christian Meier), arrogante pero impotente empresario cuya vida sexual ha decidido poner en marcha sólo una vez a la semana (los sábados). Esta es la historia que rápidamente hay que reconocer cuando inicia La mujer de mi hermano, cinta del reconocido videoasta Ricardo de Montreuil. No hace falta imaginar que ante esa monotonía, la eventual presencia de Gonzalo (Manolo Cardona), cuñado de Zoe y carnal incómodo de su señor cuya vida la lleva leve entre la pintura y las mujeres, proporcionará el desfogue que aquella necesita para darle vuelo a la hilacha, mientras disputa el respeto a la moral, a las buenas costumbres, a la religión misma pero sobre todo, a la fidelidad que debió obedecer ante las leyes del matrimonio. Ambos nunca fueron equis entre sí, y la delgada línea que los separaba ha sido quebrantada. Durante la rueda de prensa de esta cinta recuerdo una y otra vez la insistencia sobre los desnudos que la uruguaya nacionalizada mexicana tuvo que realizar para la cinta, cuyo talento y producción revela que en nuestro continente hay una fórmula vigente para llevar a cabo películas con temáticas regionales. Hay que reconocer que Bárbara Mori impone con su mera presencia, más aún cuando su rostro y cuerpo llena la pantalla. Pero para quienes aún tengan la comezón, mejor cómprense una Maxim u cualquier otra revista de cueros. La mujer de mi hermano es una estupenda adaptación de la novela del periodista Jaime Bayly. Ante la premisa inicial el espectador calcula las posibilidades de llevar a mal término las condiciones de sus personajes. Y puedo asegurar que lo hará erróneamente. Para estampar mayor dilema y salpicar con humor la “crisis”, Bayly participó además como guionista, incrustando dos personajes a la trama que no fueron desarrollados originalmente en la novela. Así, tenemos a Boris (Bruno Bichir), el amigo (gay) fiel de Zoe, quien no sólo la aconseja y orienta cuando decide enrutar su vida de libertina, sino le ofrecerá el punto de vista decisivo y los argumentos en contra, sobre su poco desarrollo en la cama. Del mismo modo, Bayly dio oportunidad a Beto Cuevas, vocalista de La Ley, de incursionar más en terreno cinematográfico, al anexarlo como el cura local que orienta y no peca, pero cómo incomoda. Hacia el final la cosa se pone de locos. Las resoluciones no resultan tan afortunadas como el cinéfilo promedio habrá apostado y la sorpresa es aún mayor. De Montreuil, con apenas 31 años y su productor Stan Jakubowicz,de apenas 27, dan la cara por el nuevo cine latinoamericano cuyas posibilidades van más allá cuando se piensa y trabaja con repartos, locaciones y financiamiento de toda la región. A una semana de su estreno la cinta recaudo poco más de 8 millones de pesos y fue vista por casi 200 mil espectadores, lo que habla no sólo de una publicidad sugerente y atractiva (sin duda, el poster con Bárbara Mori deja muchas cosas a la imaginación), sino de un creciente interés por buenas temáticas universales, mejor dirigidas y estupendamente interpretadas.

lunes, noviembre 07, 2005

Don de Dios les come el mandado

Si no aparecía Luis Felipe Tovar como perjudicial o maloso, ni chiste tendría una cinta como Don de Dios ©
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Meses antes de su estreno en cartelera, ya se sabía que la película Don de Dios se había "estrenado" en los puestos piratas de Tepito y anexas. Para ese entonces, quienes vimos el trailer, apenas nos enteramos de una próxima y arriesgada (como todas las nuestras) producción nacional que empleaba al barrio bravo como escenario natural de una historia no muy clara (insisto, con tan sólo ver los avances).
Así, un par de días antes de la función de prensa, llegó a mis manos una copia apócrifa de la cinta dirigida por Fermín Gómez, misma que me negué a ver (y al día de hoy, confieso no haberlo hecho) con tal de esperar una mejor sorpresa en celuloide. Todo lo contrario.
Antes de comentar un poco sobre los enormes clichés en los que Don de Dios incurre, hay que contar la que, a mi gusto, se prestaba para un mejor guión cinematográfico.
Érase una vez la sección 49 del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (S.T.I.C.). Preocupada por ofertarle un mejor beneficio a sus agremiados a punto de pensionarse, decidieron echar a volar la imaginación y producir una lluvia de ideas para llevarlas a la realidad en cine, pus a eso justamente se dedican.
La idea no es nada mala: autofinanciar una producción (ni más ni menos que con la cantidad de ocho millones de pesos) y emplear las ganancias no sólo para el retorno de la lana invertida, sino para acrecentar el fondo de pensiones de los futuros jubilados. Lo que les vino mal es que : 1. En este país se puede tomar justicia por mano propia pero no hacer cine por ídem. Es decir: tanta lana que cuesta hacer una película, está cañón que alguien per se la financie y asuma el riesgo que implica (generalmente, hay que recurrir a los apoyitos del gobierno, vía Fidecine o anexas). 2. Si de por sí las cintas de manufactura nacional son las más menospreciadas no tanto por su calidad sino por las precarias condiciones de exhibición/promoción con las que se estrenan, pasa que: 3. Una película que usa a Tepito como telón de fondo, sin nada qué proponer y recurriendo una-y-otra-vez a los lugares comunes que lo califican como mugrero, nido de ratas, narcos y demás (eso cí, con el debido respeto que me merece a la gente chambeadora que se gana la vida quemando películas en VDC o "clones"), está condenada a encasillarse y morir en el intento.

¿En verdad era necesario contar con este seudonarrador emulación-chafa de "El Chivo"
salido de Amores Perros? ©

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Presentada por un seudo narrador que más bien parece copia chafa extraida de los Amores Perros de González Iñárritu, Don de Dios inicia con la tortuosa relación de dos brothers del barrio: "El diablo" (Luis Felipe Tovar, ¡faltaba más!) y "El Chepo" (Mauricio Islas), quienes ya están hartos de trabajar para el narco, bajo la batuta de Reyes (Tomás Gorós). El intento de rebelión deviene en el clásico tiro por la culata (los carnales son separados: uno va al bote y el otro regresa a la "normalidad" atendiendo su puesto de pantalones) y lo único que logra es acrecentar el odio por la gente que, sin ser del barrio explota a la gente que vive en él a la par que el deseo por convertirse en el nuevo cacique de la localidad.
Hasta ahí llegó el chiste. El resto de la cinta son balaceras a toma y daca, secuestros, revanchas y actos de venganza con familiares, corretizas por los callejones y tendajones con gente volteando a la cámara y exagerados recursos para dar movimiento a la cámara (que confiese aquel que no se mareó en la secuencia final donde los ex big brothers se encuentran).
Estimado lector. Si usted fue uno de los poco más de 9 mil espectadores que vio Don de Dios durante su fin de semana de estreno (lo cual implicó preferir esta opción contra verdaderos trancazos como La Leyenda del Zorro 2, también estrenada por esas fechas), le doy las gracias por haber apoyado con centavitos, al cine mexicano. Seguramente las ínfimas entradas en taquilla (367 mil pesitos) no harán ni más ricos a los pensionados del S.T.I.C. ni servirán para recuperar la inversión original.
Si no ha visto la película aún, no desespere. Don de Dios apenas circula en cartelera con 40 copias.
Y si como a mi, le llegó a sus manos una copia en VCD más pirata que la de "Moteles de Tlalpan", tenga en cuenta que no se trata del corte final. Y como Fermín Gómez asegura, vale más la pena verla en cine completa, que esos horribles retazos en discos compactos de a peso.