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jueves, noviembre 24, 2005

XLVI Muestra. Los tres entierros de Melquiades Estrada

Acidito road movie con injusticia, sin pudor y con mucho humor negro. © Europacorp.
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En su momento, cuando Amores Perros (González Iñárritu, 2000) competía por el Oscar a la mejor película extranjera, Guillermo Arriaga me escupía, impávido, frente a sus alumnos de "producción cinematográfica" en un salón de clases del Tec de Monterrey, que no le importaba si ganaba o no la presea que otorga la academia americana.
"¿Para qué?" -insistía, cuando ya se había ganado con la misma película en el Japón de Kurosawa, el Canadá de Cronenberg y en la Francia de Godard y cuna de muchos otros maestros del cine mundial. El Oscar, por tanto, era un reconocimiento más. Pero no el más importante.
Saberlo ganador nuevamente en el país galo, durante el pasado Festival de Cine de Cannes por el guión de Los tres entierros de Melquiades Estrada, cinta que abre la XLVI Muestra Internacional de Cine, seguro no lo tomó por sorpresa. Con él, van apenas tres mexicanos que se alzan con la Palma de Oro en este certamen (los otros dos, el Indio Fernández y Carlos Carrera),
Pero a este cinéfilo le causó intriga conocer por qué demonios un mismo personaje tendría tres tristes entierros. De antemano, sabía que su mancuerna con Tommy Lee Jones iba más allá de que el texano le pidiera un guión para dirigir y actuar su ópera prima (aunque ya en 1995 dirigió The good old boys, pero para television). El mundo entero los vio alzarse con premios a mejor actor y mejor guión. ¿Por qué habríamos de esperar entonces hasta diciembre el estreno comercial de la siguiente obra entripada de Arriaga?
Basada en uno de los incontables casos verídicos de mexicanos caídos en frontera por injusticias de la patrulla fronteriza, la de Melquiades Estrada es, sí, una cinta que evidencia lazos fraternales entre dos poderosos personajes de industrias cinematográficas vecinas. Pero es también un grito a los oídos sordos del país vecino, cuya economía tiene a bien moverse con el trabajo y sudor de tantos connacionales que cruzan allende en busca del sueño de vida.
¿Qué puede esperar el espectador promedio de la cinta? Rendición de cuentas. Justicia por mano propia. Muchísimo humor negro voluntario. ¿Qué puede encontrar el cinéfilo seguidor de Arriaga?
1. Recurrencia a la pareja disfuncional. Ella rubia. Él... un machín de clóset. De la modelo de product shot para espectacular (Goya Toledo, en Amores Perros), a la madre desahuciada encarnada por Naomi Watts en 21 Gramos. Toca el turno a Lou Ann (January Jones), abnegada esposa del malencarado-nuevo-en-el-barrio Mike Norton (Barry Pepper, espléndido), oficial de la patrulla fronteriza cuya vida y oficio es tirar a matar a lo que se mueva. Mejor si se trata de los fockin´ brownies. Y fornicar cuando le plazca (ojo a la secuencia donde la realidad transita entre un programa de televisión y la vida conyugal en el trailer park) o usar su justiciera mano con revista XXX a bordo en horas hábiles. Más imperfecta la vida de ambos no puede ser. Ojo también a la sutileza con la que Lou Ann permea en su aburrida vida, a la prostitución como forma de eliminar el aburrimiento.
2. División del guión en tres o más actos/episodios. Fiel a sus orígenes, el guionista no podía no dividir su siguiente trabajo en partes iguales. En el intermedio, el espectador tendrá una suerte de road movie en el mero ambiente western. Valiendo de esa fuerte presencia que posee Tommy Lee Jones, se trepará al caballo como Pete Perkins, un ranchero texano cuya afinidad hacia los mexicanos (y la habilidad para hablarles en español: "you are bueno?") concibió su amistad con el Melquiades del título (Julio Cedillo) como algo inquebrantable. Y es de ahí donde echará mano para, no vengar su desafortunado homicidio, sino hacer pagar al culpable, un respetable sepelio.
3. Pasión por los animales. Sean el "cofi" una mascota de vecindad (y eventual rottweiler de peleas clandestinas) o los venados como un deporte cuando se trata de salir a cazarlos, Arriaga nos tiene acostumbrados a ver el sufrimiento de los animales -y del ser humano-, a destriparlos, escupirle sangre a la cámara y movernos esa fibra sensible cuando lo atestiguamos. P´a su suerte, Lee Jones comparte gusto por la cacería, entonces trabajar y convivir juntos se volvió un momento de compadres.
Seguro que el gran talento de este escritor mexicano dará muchas cosas de qué hablar en lo sucesivo, sea por iniciativa propia de historias que le ha tocado ver y que le pueden pasar a cualquiera (ese es el secreto, creo yo, del éxito en estos momentos hablando del cine mexicano) o mediante el trabajo mancuerna con personajes igual de talentosos, como ha sido hasta ahora.
Bien hecho maestro Arriaga. Gracias por poner de nuevo en alto el talento de los escritores de nuestro país y por encarar sin tapujos ni mordazas temas tan agudos como el de la migración al norte. Aún cuando te cueste un año parir el próximo guión, ya nos dejas con la inquietud de cuántas tripas en él invertirás.