Cinexcusas - Reseñas, premieres y lo que se acumule!

lunes, octubre 24, 2005

La workaholic y el maestrito

Sí, cómo caen pésimo este tipo de personas que se llevan la chamba a los momentos que la vida misma nos marca como de disfrute. © ELC Productions Inc.
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Mi primer strike para ver la última cinta de los hermanos Peter y Bobby Farrelly ocurrió hace casi 15 días, cuando aquella fatídica lluvia paralizó la ciudad por doquier y los sindicalizados del IMSS bloquearon la Calzada de Tlalpan, desquiciando aún más el tráfico. Así que justo hoy, en uno de esos días maravillosos donde acudí a dos premieres, mi intermedio fue, por propia convicción, elegir Amor en juego (Fever Pitch) para despejarme un rato.
La sorpresa que me llevé, fue toparme con la cinta más pulcra, menos escatológica y por tanto, más higiénica de los hermanos Farrelly, luego de que nos acostumbraron a todo tipo de diarreas, eyaculaciones y vómitos en sus cintas anteriores (cómo olvidar la ya clásica There´s something about Mary).
Para no variar, estamos frente a la cuasi imposible consumación del amor/entendimiento de dos personajes aparentemente opuestos: en esta esquina, Lindsay (la también productora de la cinta -como no!- Drew Barrymore) toda una calculadora humana con una súper chamba, envidia de sus amigas pero solterona en sus veinti-dieci-tantos años. En esta otra, Ben (Jimmy Fallon), el no menos tonto -como defendiera Montiel a sus vástagos- cuya chamba como profesor de geometría no lo hace palidecer ante tal figurón (y eso que Drew ya no es aquella regordeta güera), pero su aguzada pasión y sabiduría en torno a los Red Sox que ha desarrollado desde infante, se vuelve la crisis a la hora de compartir tiempos en pareja.
Así, la cinta transcurre del invierno totalmente romántico a la pretemporada primaveral, al verano volcado en los juegos de la temporada y de nuevo al invierno, donde la relación entre ambos "disímbolos" se prende, se enfría y se prolonga tanto-cuanto o más como los partidos de béisbol (y que a mi gusto, pueden ser a-bu-rri-dí-si-mos). Con chistes políticamente más correctos (sí, hay un vómito tempranero, pero no es nada explícito), los Farrelly apostaron a una relación más estrecha, íntima entre sus personajes, con todo y dilemas en torno a un embarazo imprevisto y el anhelo (de ella) de formar una familia... ¿se antoja trillado el cliché?
De tal modo que vemos a Lindsay echando el bofe en sus clases de spinning o la cámara nos introduce al cuarto de Ben, forrado por completo de chucherías alegóricas a su equipo de béisbol predilecto, inducido y heredado por el tío que murió de cáncer.
¿El resultado? Si bien la pareja posee carisma a cuadro, como que le hace falta cuajar un poco más. Y no tanto por ella, sino por Fallon, quien está lejos de la presencia que otros comediantes como Ben Stiller, Adam Sandler o hasta Jack Black sí tienen (claro que todos ellos son de una generación muuuy anterior a la de Jimmy "Taxi" Fallon, el fiasco del año pasado). Sin embargo, para las necesidades y chistes del papel, cubre apenas las expectativas tan altas que podrían demandárseles a unos genios de la comedia como los Farrelly.
De este modo, los seguidores de estos directores que para el 2007 ya tienen anunciado revivir a "Los tres chiflados" (The Three Stooges) en cine, juzgarán si con Amor en juego lograron llegar en safe a base o de plano se sacaron un strike.

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