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jueves, octubre 13, 2005

Más azul que extremo

El que no enseña, no vende... © Columbia Pictures | Mandalay | MGM
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Por a´i nos pidieron que no nos vayamos con la finta, en referencia al título de Azul extremo (Into the blue), sin duda una cinta que le dará un gran y refrescante atractivo visual a la cartelera de esta semana.
El punto es que al director John Stockwell le dio por zambullirse en el mar desde su película anterior (Olas salvajes, sobre unas surfers wannabe) y con el poster de Azul extremo, podría pensarse que por ahí continúan sus trabajos. No.

Aquí la historia es sobre un par de buzos mendigos pobretones que habitan en un barcucho a punto de hundirse en las Bahamas: Jared (Paul "Fast and the Furious" Walker) acaba de perder su chamba como buzo de turistas y se niega a trabajar para el malo-ricachón de la comunidad, mientras que Sam (Jessica Alba, con poquita ropa y quien cierra un estupendo año fílmico después de Fantastic Four y Sin City) chambea en el acuario del lugar alimentando a los pececitos.
Por azares del destino encuentran un avión hundido con 800 kilos de cocaína. Más tarde que temprano se meterán en problemas con los narcos en un intento por autofinanciar con el cargamento perdido, el rescate de una vieja embarcación que los podría sacar de la miseria y catapultarlos a la fama.
Aquí es cuando la trama se enreda un poco y aunque hay bajas en el reparto (ojo a la secuencia del ataque de los tiburones, tan terrorífica como Jaws de Spielberg), la cinta no deja su lado aspiracional del triunfo del bien sobre el mal (los narcos quedan ridiculizados, como en los corridos de los Tigres del Norte), aún cuando los buenos ni son los más, y ni portan armas de alto calibre.

Si bien Azul extremo no sorprende en términos de la historia que recurre a los tesoros perdidos (gran novedad, tan así que después del epílogo dan ganas de irse a meter a buscar oro debajo del océano), sí ofrece una gran estética marina, con espléndidos y cuidadísimos paisajes subacuáticos y no se diga de las terrenales féminas que se regodean con diminutos bikinis en las playas.
Una cinta para acomodarse plenamente en la butaca y dejar que las imágenes llenen los ojos sin grandes complicaciones.