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viernes, octubre 21, 2005

Ni tan perfectos pero sí los más opuestos

Queda demostrado que hasta las parejas más bonitas, no siempre serán las más efectivas. © The Vault Inc.
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Tras el inicio de esta cinta creí que me iba a topar con una fórmula más donde Julia (Piper "Coyote ugly" Perabo) y Drew (Martin Henderson), un par de chicos guapos, universitarios y en la flor de su juventud, vivirían un romance fugaz posterior a su graduación, donde repentinamente un punto de quiebra los haría valer el boleto de la película y el nombre de la misma (¿cómo pudieran ser opuestos dos chicos del tipo que, a leguas se ve que tienen todo para armarla?)
He de admitir que me equivoqué y en su lugar, encontré en Perfectos Opuestos (Perfect Opposites), una cinta honesta, sincera, del novato director Matt Cooper, sobre las causas que pueden originar el quiebre de la relación de pareja soñada.
Empleando una narración y a modo de flashback, Perfectos Opuestos inicia rápido: chico guapo pasante de abogado, se lanza con todo para conquistar a la soñada estudiante de la facultad de enfrente, cuyo sueño es ingresar a prestigiosa agencia de Leo Burnett. El flirteo dura poco y apenas se visten de toga y birrete en la graduación, se echan el clavado de sus vidas: moverse a Los Angeles para iniciar vida en pareja, en la búsqueda de su realización personal y profesional.
Hasta aquí las caras bonitas parecen congeniar, pero es cuando el director escupe a escena la realidad y las crisis eventuales que las parejas suelen sufrir en sus inicios, cuando recién se construyen y se la juegan antes de firmar el acta que las erige como matrimonio ante la ley (es lo que me han dicho, aclaro).
Mientras Drew consigue chamba gracias a su hermana en pródiga firma que despacha a estrellas de Hollywood, Julia se encuentra desempleada y sumida en la decepción de vivir al lado de la carretera, sin poder demostrar (se) sus habilidades ni para lo que fue hecha (cosa rara en un recién graduado desempleado; insisto, eso me han contado).
Poco a poco, la vida de pareja que en el romance era miel sobre hot cakes, se torna cada vez más difícil. El trabajo y las presiones cotidianas dejan poco tiempo para el convivio y sacar adelante la relación. Más en una pareja prácticamente desconocida, conocerse por la fuerza y en tiempo récord, resulta caótico (por cierto, queda también demostrado que las mujeres tienen una memoria inviolable hasta del más mínimo detalle).
Los detalles romáticos se convierten en cosas del pasado, el cariño y la atención se concentran en otras minucias (como adoptar a una mascota), la falta de asertividad para tratar ciertos temas (como el "ahora sí vamos a casarnos" o "creo que estoy embarazada"), el sexo espontáneo es cosa de la prehistoria, las inevitables comparaciones con matrimonios de la casa de enfrente se vuelven el día a día y así ad infinitum, hasta que ambos terminan por voltear al escritorio de al lado para mirarle las piernas a la secretaria o al compañero de trabajo, producto del fastidio, la aburrición y la insatisfacción.
Lo que el director Matt Cooper hace en su ópera prima, es profundizar en esos pequeños detalles que, producto del desconocimiento mutuo o de lo terrible que se vuelve la monotonía, terminan por darle en la torre a la que pareciera la relación de pareja más maravillosa. ¿Quién no ha experimentado cambios de ánimo? ¿Quién no ha padecido la pérdida de atención, cuidado e interés de su pareja? Peor aún ¿quién no ha volteado a la puerta de al lado para encontrar la atención que ya se perdió en el hogar?

Y así, del flechazo y romance inicial, al momento de la verdad, a la tentación de experimentar nuevas sensaciones con otras personas, a la desatención y finalmente, la ruptura. Sin grandes artilugios y con el peso de la trama en estos dos jóvenes actores, Perfectos Opuestos es una película para considerarse y hasta reflexionar un poco si es que se padecen las mismas condiciones que en la ficción mostrada en pantalla.