Bourne vs Bond o la antítesis del héroe americano
de seguridad nacional. © Universal Pictures
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Dirigida nuevamente por Paul Greengrass, un experto en temas bélicos, de guerrillas y en convertir en dramones las historias de personajes equis (recuérdese el estrés recreado en pantalla logrado en United 93), la tercera cinta torna aún más vertiginosa, palpitante. Al grado que, me atrevo a decirlo literal: la historia de Jason Bourne, con menos presupuesto y más historia, creo que le ha arrebatado al James Bond de Ian Fleming, un lugar privilegiado.
Aquí mis 10 razones:
1. Jason Bourne (Matt Damon) es, por la naturaleza de "El Programa", un chico aún más malo. Entrenado para matar, aprende a contenerse y recurre a la estocada final sí y solo si es necesario. Además, se rebela a sus jefes. Los reta y encara.
2. Jason Bourne es muchísimo menos hi-tech que Bond, pero igualmente eficiente. Con un celular prepagado es capaz de poner en jaque a todo el sistema GPS de la CIA durante una memorable corretiza en una estación de tren... precisamente en Waterloo, Inglaterra.
3. Se acabó el agente gigoló, seductor, mátalas callando... Bourne ha tenido un sólo amor (Marie Kreutz, interpretada por Franka Potente, vista en The Bourne Supremacy) capaz de llevar en su recuerdo (dentro de las vaguedades del mismo, pues cabe recordar que no tiene memoria) y en los recuentos de sus venganzas. Bourne es un tipo promedio, sin poses de cualquier índole.
4. También sabe matar, pero a puñetazo limpio. No armas. 100% asalto físico (como Los Ángeles de Charlie, pues!)
5. Cero autos de lujo a su servicio (y de paso mayordomos ñoños-freaks). Lo mismo puede atracar y desplazarse con gran habilidad en una motoneta, que un Mini Cooper o mejor aún, una patrulla neoyorkina. Domina correr en reversa como pocos y tanto su cuello como integridad no tienen empacho en volar de un piso a otro con el acelerador de fondo. ¡Maestro!
6. ¡Es americano! (bueno, norteamericano). Cero arrogancia británica ni espacio para las modas. No es un chico trendy vestido para matar ni mucho menos, socializar.
7. Siente, ama: se duele. Si se preguntan por qué en Casino Royale (Campbell, 06) el actor Daniel Craig debió soportar tormento chino justo en la entrepierna, fue precisamente un intento por hacer más humano al personaje. Bourne ya lo era. Le había comido el mandado. El hecho de saber que no es quien dicen que es, lo atormenta. Si la trilogía despeja dudas sobre su origen ¿vendrá acaso la precuela?
8. Su mera existencia es un asunto de seguridad nacional (gringa). Jason Bourne se eleva al mismísimo rango de Osama Bin Laden o del Chapo Guzmán (si lo tropicalizamos). Con todo y que la CIA puede predecir su ubicación en cualquier punto del planeta, es inteligentemente escurridizo. Se da el lujo de aparecer a cuadro en circuitos cerrados de TV y desaparecer en nanosegundos.
9. No usa caretas. Jason Bourne es en realidad un tal David Webb que, en el mejor estilo del Capitán América se inscribe en un programa que pretende generar super agentes secretos, capaces de salvar a su pueblo de la escoria multiversal (oh sí!). Nada de nicknames ni códigos alfanuméricos para identificarlo.
10. Bourne es capaz de regresar a sus orígenes y meter en singular cintura a sus perseguidores, de uno en uno. Y ya con eso, pudo darle la vuelta a la moneda a cualquier historia de agentes secretos. Es entonces, la antítesis del héroe americano enfundado en asalariado de la CIA. Este señor sí amerita un "¡eres mi antihéroe, papá!"