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sábado, abril 30, 2005

La última noche (y nos venimos)


Un caldo de temas sobre mujeres mal tupidas, autoestima y maistros de la cama. © Coyoacán Films
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Alejandro Gamboa es, sin duda, uno de los directores más prolíficos de la última década, aunque como todo, haya quienes desprestigien su trabajo. Hace siete años emprendió una trilogía basada en dos líneas: la formación de la sexualidad en los adolescentes a la vez que éstos se desarrollaban sentimentalmente. En el inter, se aventó las novelas Las Juanas y Locura de amor; revivió al Tigre de Santa Julia en su versión cinematográfica y participó en el cuadrilátero contra la violencia Cero y van cuatro, al lado de otros directores igualmente pródigos.
Así, en 1998, con La primera noche, recurrió a varias parejas de chavitos que se estrenaban en materia sexual. Un año más tarde, en La segunda noche, ahora un grupito de chavas eran quienes se preparaban para darse rienda suelta. En este 2005, el director concluye la trilogía con La última noche y sólo una actriz del reparto original, Mariana Ávila, en una comedia bastante fluida, a fin de cuentas entretenida, donde a diferencia de sus antecesoras, arriesga mucho en cuanto a la variedad de temas que aborda.
Una pareja de recién casados conformada por Fernando (Ricardo Palacio) y Luzma (Ávila) padece la inexperiencia e insatisfacción sexual desde su, paradójicamente, primera noche. Ella se deja llevar por lo que la literatura de a peso para jovencitas dice (¿alguna vez no ha hecho caso usted de algún "reportaje" en revistas como Veintitantos, querido lector?) a la par que una mentora vía celular (Tiaré Scanda, sensacional en off) le señala qué hacer. Él, empleado en una tienda de automóviles de segunda mano, encontrará en Rosa (la modelo Paola Hinojos) a la terapeuta sexual BMW Z3 a bordo, que lo guiará vía motelazos de cuatro mil pesos la cita, al camino de la satisfacción de su pareja, mientras combate su eyaculación precoz aunque deba valerse de la "mano amiga".
Del otro lado, Gloria (Cecilia Gabriela) no conforme con que sus hijos Fernando, Elena (Elizabeth Valdes) y Eva (Melissa Perea) provengan de diferentes matrimonios, buscará aumentarse la autoestima con pechonalidad de 700 mililitros y nalgas suficientemente proporcionales para gustarle a Fabián (Andrés García), galanazo de telenovelas que aparece en televisión vendiendo bombitas manuales para la impotencia (en una plena parodia del oficio de este señor). En el caminito, Elizabeth se irá de la casa para cumplir su sueño de irse a estudiar biología marina a Guaymas, mientras su hermanita menor, con todo y estética de fábula, vivirá su última noche como niña, cuando amanezca toda una adolescente después de su primera menstruación...


No nada más ellas quedan insatisfechas. Ellos creen que dominan todo debajo de esa tanga © Coyoacán Films
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Y así, con lo que Gamboa remata en la trilogía, es una historia de mujeres mal tupidas (en el camino a llenar ese vacío se dejarán llevar por la calentura), insatisfechas, inseguras y carentes de autoestima (aunque les pese a quienes se puedan sentir aludidas, a fin de cuentas, no hay nada en La última noche que no pueda pasar en esta sociedad), mientras que los hombres, son una especie de "agentes del dolor que no sirven para nada", en sus propias palabras, incapaces de preocuparse por lo que vive su pareja en la cama.
Si bien cada historia inicia, se desenvuelve y resuelve, da la impresión que por ser la última había que meterle de todo (ojo a la vaginitis que padece Elena, la relación con su roomie aspirante a videoasta y la crisis de pareja que motiva la separación familiar). ¿Pero sabe qué? A pesar de sus evidentes ambiciones, la película camina, divierte entre un gag y otro, no en vano, el público asistente al pasado IX Festival Internacional de Cine de Puerto Vallarta le otorgó por votación la Iguana de oro a la mejor película. ¿Será que el propio Gamboa dejó líneas abiertas para continuar filmando sub historias?
No se espere un tratado sobre relaciones sexuales como los que le mostraron cuando estaba en la secundaria (ni algo más formal, de carácter científico, para eso mejor remítase a Kinsey). Váyase a reir un rato y al final, cuestionarse si su felicidad sexual existe, pues cada noche puede ser también la última.