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domingo, abril 17, 2005

XLV Muestra. Infancia mutilada


Las tortugas pueden volar, la mejor cinta de esta XLV Muestra Internacional de Cine © Bahman Mij Film Co.

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Irak, en la frontera con Irán y Turquía. La invasión estadunidense es inminente. La pobreza apenas alcanza para comprar una antena parabólica que Satélite, un niño que lidera a un grupo de menores dedicado a desactivar minas estadunidenses, logra instalar. Todo, con tal de estar enterados por las noticias (vía CNN) sobre el momento exacto en que habría de echarse a correr y permanecer a salvo de la caza orquestada en contra de Saddam Hussein.
Ganadora absoluta en el pasado Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (premio del público Cinemex y a la mejor ficción), Las tortugas pueden volar, cinta del iraní Bahman Ghobadi, no duda en apuntalar, señalar, denunciar al país invasor, responsable de justificar sus acciones en pro del orden y la paz mundial, a la vez que mutila, literalmente, a quienes se opongan o no a ella.
Para sorpresa de Satélite, al pueblo se incorporan tres menores más: Henkov, un niño manco con poderes de visualizar el futuro, su hermana y el hijo no deseado de ésta. Para sus pulgas y dado que otros niños de la comunidad le han seguido en el trabajo de recolectar minas, Satélite ha de encararlo sin éxito alguno (no sin antes haber expulsado sangre de su nariz, tras un cabezazo de aquel). Al reconocerlo pitoniso y tras quedar prendado de su hermana, deberá modificar su conducta con tal de agradarle y sacar ventaja de sus “poderes”. Mientras tanto, la guerra poco a poco, se aproxima y no queda mucho por hacer, excepto cambiar minas por metralletas rusas y armarse de valor.
Para Satélite tanto Bruce Lee y Zinedine Zidane son íconos del imperio yanqui en medio oriente, en donde ha tenido que aprender a saludar con un “hello mister” a quien habla inglés, del mismo modo como impone órdenes a la voz de “come on” y sobrevive mercadeando con las armas bélicas del “pacificador” mundial. Y es, en esta paradoja, una de ellas la que habrá de convertirse en su cruz.
Sin duda alguna, estoy frente a la cinta más impactante de esta XLV Muestra Internacional de Cine. Si ya antes otros filmes empleaban como eje central la infancia perdida en diferentes latitudes (la explotación sexual, el secuestro, la pedofilia), lo que Ghobadi logra con su propuesta es la denuncia más honesta en torno a uno de los más grandes crímenes que se han cometido en la actualidad.
Estoy, además, frente al acto más inhumano que jamás haya visto en cine: el abandono de un entero inocente, completamente desprotegido, en la soledad e intemperie del desierto. Fallido el primer intento, anticipado en sueños el que lo consuma. El mismo niño que en un cementerio de casquillos busca infructuosamente a su papá; ese que en sus ojos refleja un problema de estrabismo y cuya imagen no consigue fomentar siquiera un atisbo esperanza.
Como todo el contexto que le rodea y el argumento que Ghobadi plantea, Las tortugas pueden volar es apenas un pequeño episodio en ficción, de lo que una insulsa determinación beligerante, logró imponerse en la realidad, a los ojos y resquicios de una infancia mutilada.