Cinexcusas - Reseñas, premieres y lo que se acumule!

viernes, abril 08, 2005

XLV Muestra. Vino, hizo su desmadre y se fue


Cinéfilos, sin duda, el mejor proyecto de ópera prima cuequero © CUEC, UNAM
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Tadeo (Erando González). Mago callejero. Ex fotógrafo de estrellas y viejas encueradas; atlantista cuyo recién detectado tumor cancerígeno lo llevará a la muerte en breve. Félix (Gustavo Muñoz). Ayudante de mago. Ciego, declarado “vidente”; dealer regenteado por el padrote del barrio. "Aborto" de Marley.

¿Quién no se ha detenido alguna vez a escuchar el cantar de los merolicos en esta ciudad? ¿Y quién más no se ha resistido a los actos de magia que ejecutan uno y otro artista marginado de los reflectores? El Mago, primer largometraje de Jaime Aparicio plantea una historia terrena, cercana a quienes hemos vivido la ciudad así, con sus nombres, sus lugares y sus problemas.
Con gran regocijo, el tercer proyecto de ópera prima del CUEC ve por fin la luz durante esta Muestra, y sin duda, el proyecto de Aparicio deviene en una gran historia de pocas pretensiones, más allá del lazo fraternal entre ambos personajes y el bien morir. Estamos frente a un tipo de tragedia urbana que mucho se ha intentado y pocas veces llevado a buen término (cabe aquí recordar el tema de los niños de la calle en De la Calle, de Gerardo Tort o la muchedumbre capitalina en Ciudades Oscuras de Fernando Sariñaña, como dos recientes ejemplos).
Puteros, callejones malolientes propiedad de indigentes, túneles peatonales encharquecidos en la calzada de Tlalpan; azoteas atiborradas de toda clase de triques (con bella vista a la Torre Mayor) que conforman el mejor lugar para vivir, vecindades forradas de macetas. Congales de antaño cerrados (Barba Azul) que dieron paso a nuevos centros de atracción carnal (El Burbuja). Todas ellas locaciones que, a la vista del Mago y su “vidente” (que está ciego, pero cómo atina en las nalgadas a las transeúntes), cobran vida, hacen propio el disfrute de su espectador. Y conducen por una historia sincera, bella, ejemplar, de amistad, de ilusiones y deseos, a la vez de arrepentimiento.


Sin grandes pretensiones, una tragedia situada en esta maloliente urbe © CUEC, UNAM
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Y lo que es mejor, como todo mexicano que es capaz de burlarse de la muerte, éstos se pitorrean a sí mismos: Morgana (Maya Zapata) lo hace con su propio nombrey de vivir “para colmo” en el número 13 de una vecindad; el ciego, de su infortunio. Y el mago, de su obra y gracia (“Vine, hice mi desmadre y me fui”, es el texto que manda a esculpir en su lápida).

Al saberse en su lecho de muerte, Tadeo emprende camino hacia el pasado, con tal de absolverse sus pecados y reencontrar al amor perdido, en manos de Raquel (Julissa, en gran regreso a la pantalla grande), otrora cabaretera, ahora encargada de los sanitarios de un burdel. Su mejor amigo caído en tragedia, la madrina cuya memoria no recuerda los balonazos a sus macetas, la barriada con quien se juntaba…
Repito: El Mago es a todas luces, el mejor proyecto de ópera prima cuequero (el primero fue Rito Terminal, de Oscar Urrutia; el segundo, Un mundo raro, de Armando Casas, allá por la época cuando mataron a un gordito llamado Paco Stanley), ganadora del Zenith de Oro en el Festival de Cine del Mundo de Montreal. Ojalá los recursos del IMCINE y el FOPROCINE confíen más en propuestas de esta naturaleza y el público otorgue su voto de confianza a historias mucho más cercanas a su vida cotidiana.