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viernes, abril 01, 2005

XLV Muestra. Todos resuelvan la vida de Melinda... y Melinda


O la amas o la odias. Pero igual no deja de ser hermosa. © 20th Century Fox

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La tragedia encara; la comedia evade. Así inicia la charla de dos amigos en un bistro neoyorkino. De una anécdota basada en la intempestiva llegada de una vieja amiga al domicilio de una pareja, enmedio de una cena crucial, ambos escritores teatrales plantearán una historia orientada a cada polo. Y Woody Allen se encarga de dirigirla en Melinda and Melinda.
¿A quién no le ha pasado un evento similar? ¿Dar posada a una vieja amiga en el momento menos apropiado?
1. Tragedia. Melinda (Radha Mitchell, hermosa y caótica) llega meses después de haberse anunciado a casa de Laurel (Chloe Sevigny) y Lee (Johnny Lee Miller). Ella, toda una princesa de Park Avenue dedicada al shopping. Él, un actor wannabe que desea impresionar a su posible productor en una cena ofrecida en el momento que llega Melinda, toda una alcohólica, cuya infidelidad a su esposo le ha valido perder la custodia de sus dos hijos. La cena vuelca todo el interés en la entrometida amiga...
2. Comedia. En otra cena para impresionar a su posible productor, Susan (Amanda Peet) es una directora de cine casada con Hobie (Will Ferrell, fantástico), remedo de actor que sólo sabe interpretar a un cojo y busca un rol en la cinta de su mujer. Melinda, la vecina de al lado, irrumpe tal acontecimiento en el Upper East Side de Manhattan tras abandonar su intento de suicidio vía barbitúricos. La cena se quema, Melinda se convierte en el foco de atención de los presentes y todos terminan encargando comida china.
Son dos Melindas y como buenos amigos y vecinos que tiene, cada quien define lo que cree mejor para su vida y le dicen qué hacer
(¿suena raro?), sin pronosticar que tales hechos devendrían en la autocondena : endilgarle un nuevo galán para salir de la pena, llevarla de compras, incluirla en el socialité que se ha perdido con tanto mísero alcohol y cárcel hasta inducirla en el mundo de las apuestas en carreras de caballos...
En cada uno de los dos planos, el geniecillo de Manhattan detona las realidades hechizas en las relaciones de pareja, tras la llegada de Melinda... y Melinda, quien es toda una manzana de la discordia.
En la pena y desgracia ajena se refuerzan ambos planos. La mentada Melinda, es sólo el detonador de cada giro.
Por supuesto, no podía faltar una buena dosis de jazz y música de concierto a placer del propio Allen, quien confiesa no llevar más allá de seis u ocho meses la concreción de cada proyecto fílmico y no filmar menos de ocho hojas del guión diariamente, en Nueva York, en su departamento si es necesario.
Destaco el papel de Will Ferrell, en quien Allen parece autorecrearse (es una especie de alter ego) y lo explota al máximo. Para el caso: un actor perdedor, temeroso con las mujeres (incluida su propia esposa), ansioso, derrochador. Nada que ver con su exagerada actuación de Anchorman: the legend of Ron Burgundy (McKay ,04), enviada directamente al matadero en nuestro país (léanse, videoclubes).
Con Melinda and Melinda, Woody Allen no sólo cumple con hacer una entrega fílmica anual, sino que emplea estos dos géneros para concluir que cada quien configura su vida a pleno antojo y proporcionar un gran rato de autoparodia.