Cinexcusas - Reseñas, premieres y lo que se acumule!

lunes, noviembre 29, 2004

Cuadrilátero contra la violencia

El día que nuestro cine deje de producir historias sobre secuestros exprés, haga a un lado burlas de la corrupción que plaga a los cuerpos judiciales estatales y federales, o que los asaltos y tiroteos hayan pasado de moda, seguramente será porque nuestra realidad cambió. Y, desgraciadamente, resultaría más fácil huir de este país antes que vivir en un estado de derecho. Esa es la lectura que concluyo después de haber visto la siguiente producción.

Cero y van cuatro es un interesante experimento de cuatro historias urbanas que se entrelazan, bajo la mirada de cuatro directores mexicanos, (probablemente, de los más prolíficos en los últimos años): Alejandro Gamboa (La primera y segunda noche, El tigre de Santa Julia), Antonio Serrano (Sexo, pudor y lágrimas, La hija del caníbal), Carlos Carrera (Un embrujo, El crimen del Padre Amaro) y Fernando Sariñana (Amar te duele, Ciudades oscuras).
No se trata de un ejercicio de aquellos cortometrajes contra la corrupción, que de pronto se dejaron ver en los comerciales previos a la proyección de una cinta. Es, en realidad, una mezcla de cuatro mediometrajes cuyo común denominador aparte de los personajes, es la delincuencia organizada, la infidelidad, la crisis de las parejas, el sexo, la desilusión o la perdida de fe, entre otros, todos ellos, muy lejanos a lo que cualquiera de nosotros ha vivido.

En “El torzón”, una pareja de cuates es sorprendida fumando marihuana por un judicial extorsionador (¡sorpresa! esta vez no lo interpreta Jesús Ochoa), el mismo que en “Vida express”, orquesta un secuestro contra una regordeta ejecutiva, cuyo esposo deberá rescatar mientras su hija da cuenta de la torcida vida que lleva. La total pérdida de fe en la religión católica, con todo y blasfemias, tienen cabida en “Carne de chivo”, donde los pobladores de una localidad linchan al supuesto ladrón de la virgen de la iglesia (un ejemplo de cómo la “ficción” rebasa a la realidad, tras los lamentables acontecimientos violentos ocurridos en Tláhuac, a finales de noviembre). Y finalmente, el divertido encuentro de todos los personajes y sus anécdotas en “Comida para perros”, teniendo como punto de reunión el asalto a un restaurante donde todos ellos convergen.
En Cero y van cuatro no resulta tan divertido reír al atestiguar los problemas del otro en pantalla. Ya no lo es en tanto se vuelve cada vez más común conocer a alguien que haya sido víctima de un secuestro o extorsionado por un tercero. Sin embargo, lo que sí resulta entretenido, es descubrir qué director se encuentra detrás de cámara dirigiendo la historia en turno.

Por último, da gusto reconocer en los créditos de producción a Cinemas de la República, S.A., quienes en realidad son Cinépolis y la cadena de salas más grandes del país. Si bien como exhibidores resultan los más ganones en taquilla (más de la mitad del importe de cada boleto se lo quedan ellos), es justo retribuir un poco a los espectadores que buscamos este tipo de espacios, ofreciendo posibilidades a directores mexicanos de realizar proyectos en conjunto. Ojalá continúen con cada vez más creadores para quitar el estigma de vivir en un país donde solamente se producen óperas primas. De estreno el 10 de diciembre, o quién sabe cuándo, de continuar los linchamientos en la ciudad de México.