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lunes, mayo 09, 2005

Legado de violencia. Otra de infancia cercenada


Jamie Bell ya dio el estirón y superó la caracterización de Billy Elliot por la que se dio a conocer. © United Artists
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A su corta edad, Chris (sí, Jamie Bell, el mismísimo Billy Elliot bastante más crecidito) ya se ha descarriado bastante como para volver a ser dejado en libertad, esta vez luego de haber roto un vidrio de casa de su novia, en pleno cumpleaños de su pequeño hermano Tim (Devon Alan).
Huérfanos de madre y aislados de cualquier contacto humano, su padre John (Dermott Mulroney) parece recluirlos en su chiquero, criando la casa de los marranos, hasta que un día la inesperada llegada del ex convicto tío Deel (Josh Lucas), le quita lo monótono a la vida que todos padecen. La premisa que ofrece Legado de violencia (Undertow), hasta entonces, es aceptable.
No pasa mucho tiempo antes de que las netas se revelen, en torno a una misteriosa herencia de monedas de oro que el abuelo dejó (cuyo origen está acobijado, para variar, con el folclor mexicano), la razón por la que el tío fue metido al bote y hasta quién le bajó la novia a quién en sus mocedades. Tanta verdad y coraje reprimidos, salen a flote repentinamente, provocando ahí una pequeña masacre.
Legado de violencia es una cinta a la que se le debe de asignar gran paciencia por parte del espectador, antes de decidir si se opta por abandonar o no el interés en la misma y lo que es peor, la sala. Inicia vertiginosa, las verdades se saben rápido, pero la resolución torna len-tí-si-ma, hay cabos sin atar (alguien por favor que me explique ¿cómo es que ese escuincle sobrevive sin comer-comiendo cuanta porquería recoge del suelo?)
Con estética estilo al estilo The Dukes of Hazzard (aquella serie setentera de la cual por cierto habrá una adaptación fílmica este año) me da la impresión que el director David Gordon Green quiso reprimir tanta violencia y dejarla estallar súbitamente, pero no supo cómo, aún cuando condujo bien a sus actores chicos y grandes. Por tanto, las corretizas finales y el húmedo final, tornan cansados y de poca credibilidad.
De lo poco rescatable, el estilo y personaje al que se atribuye la de narración (para no aguar el detalle sólo diré que pocos lo han hecho; la última cinta que recuerdo bien conducida fue la oscareada American Beauty, de Sam Mendes) y la siempre bienvenida música de Philip Glass (The Hours, Truman Show). Ojalá el DVD tenga mejores sorpresas, como suele suceder con las escenas borradas. Habrá que rentarlo si con este comentario deviene en mejor opción que acudir al cine.