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jueves, mayo 05, 2005

Cruzada: por amor a la guerra


Ridley Scott transmite nuevamente sus convicciones épicas. Las mismas que, a falta de imaginación, hasta en Big Brother VIP adaptaron para divertirse un rato. © Scott Free Productions

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Si la guerra entre los hombres, cualesquiera los motivos que la originen es inconcebible, provocar pelea en nombre de Dios, por conquistar tierra santa, suena aún más ilógico, imposible de justificar.
Luego de revivir por medios digitales el Coliseo romano para desatar batallas entre hombres y fieras en su interior (Gladiator), el director Ridley Scott regresa el calendario casi mil años para recrear en Cruzada (Kingdom of heaven) sendos momentos épicos que definen la historia del conflicto entre Europa y Oriente, a la vez que nos recuerda lo ilógico que hoy en día resulta la guerra ideológica, por la conq
uista de Jerusalén.
Echando mano y recursos de su propia casa productora Scott Free, el director cuenta la inesperada transformación en caballero del solitario Balian de Ibelin (Orlando Bloom), quien jurará hacer significar las cruzadas en tanto impere la paz y el bienestar de los terrenales. Para ello se pone a las órdenes del leproso Rey Baldwin IV (Edward Norton enmascarado), quien ha logrado mantener el tambaleante estado pacifista ante el líder islámico Saladin (Ghassan Maddoud).
Más tarde que temprano y ante el deceso del Rey, el consecuente al trono Guy de Lusignan (Marton Csokas) que se encuentra casado con la enigmática princesa Sybilla (tercer largometraje de Eva Green, mística y hermosa como ella sola), encontrará el pretexto ideal para declarar la guerra a los musulmanes, sin hacer caso de su posibilidad de fracaso.
Filmada en España y Marruecos, con una galería de extras impresionante para las secuencias de batallas (hasta 30 mil personas, la mayoría del ejército marroquí), Cruzada se une a una galería de cintas recientes que evocan momentos históricos para asombrar por su gran producción reflejada en pantalla (remitirse la trilogía The Lord of the Rings; las peleas igualmente vertiginosas vistas en Troy y parecidas a nivel de cámara y más recientemente, Alexander), pero los resultados atraen más por los efectos especiales, la recreación de escenarios y lo exorbitante de los recursos empleados, no así la propia historia.
Salpicada por algunos pasajes de humor (la cachetada que sirve para no “olvidar” el momento de conversión a caballeros, cuando el Obispo aconseja redimirse y convertirse al Islam, al fin que después podría arrepentirse salvaguardando el pellejo), Ridley Scott se adjudica nuevamente el crédito de una cinta que hará historia (como la escribieron Blade Runner, Alien, 1492 Conquest of Paradise y Gladiator en su momento) y que al día de hoy cuestiona los conflictos ideológicos y religiosos que no consiguen establecer la paz en propia Tierra Santa (y que incluso por orden del Papa Urbano II en 1095, instó a la guerra, en la primera de ocho cruzadas).
Por lo demás, es una cinta de pleno disfrute visual, para admirarse en cada cuadro, escenografía y choque de espadas que por supuesto, rebasa las dos horas de duración. Para contemplarse con calma aprovechando este puente del 5 de mayo.