Cinexcusas - Reseñas, premieres y lo que se acumule!

lunes, enero 03, 2005

Tesorito


Namás me la llevo tantito... al ratito de las devuelvo, de veritas...!
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El día de ayer, el Reforma publicó en su cartelera tres salas disponibles para Celular, cinta que casi pasó desapercibida a finales del 2004. ¿Celular? Me preguntó la anfitriona de Cinépolis Diana, cuando llegué a taquilla. ¡Sorpresa! una errata en la versión impresa. Bueno, qué demonio, igual quería entrar al cine. Por primera vez en este año. Mi única opción era National Treasure, a la cual en principio, no quería colaborar con sus ingresos durante el laaargo fin de semana de estreno (la exhiben desde el jueves 30 de diciembre).
Así, con mi monedero electrónico en mano, para el cual ya había presupuestado una lanita (y evitar así cargar efectivo, a la vez que disfruto ver cómo en la taquilla se hacen bolas para hacer el cargo), ¡tenga! El sistema no reconocía. No era yo, no era mi tarjeta. Era EL SISTEMA. "Pásale, te invitamos el cine", me dijo la monita detrás del vidrio. "¡Wow, voy a venir más seguido", respondí.
Por radio, anunciaban que un tipo de pants y gorra entraría gratis a la sala 7, la THX, por culpa del mentado sistema. Un total de 68 de las 127 películas que vi el año pasado, las vi en Cinépolis. No saben mi alegría y emoción por haber entrado gratis a la primera película que veo en este año. Una semana atrás, en el café de la sirenita que hay en el aeropuerto (el Starbucks, pues), logré salir con latte gratis porque ya no había papel para imprimir un voucher. Esta sensación de salirse con la suya es increíble. Ja, la quería compartir... Y por cierto... de la película en cuestión...

Resulta que los estudios Disney y el productor Jerry Bruckheimer (extraña mezcla, pero exitosa en taquilla) encomendaron al director Jon Turteltaub esta aventura que bien podría compararse con un Indiana Jones moderno. No hay mucho qué decir, salvo de lo obstinado de Ben Gates (Nicolas Cage), un caballero por herencia cuya vida ha destinado no sólo a encontrar el tesoro del título, el más grande de la historia, sino a defender el orgullo de una familia lastimada por la burla de creer en el mismo.
Al lado de un inteligente patiño y una hermosa chica que se une a la causa después del escepticismo natural (la clave del asunto está impresa detrás de la declaración de independencia gringa), hay robos espectaculares, corretizas vertiginosas, un villano y el FBI correteando a la triada y espectaculares locaciones y sets, con tal de hacer majestuosa la llana aventura.
Turteltaub tuvo en el 2000 su triunfo con Disney al destapar el niño que todos llevamos dentro en My Kid (recordar al gruñón de Bruce Willis pitorreado por él mismo, cuando era niño). Un poquito atrás, en Instinct, condujo a un salvaje arqueólogo (Anthony Hopkins) perdido en la selva con gorilas ídems y también el director conmovió con la melosa While you were sleeping: la chava que le salva la vida a un "x" en las vías del tren. Vaya, sólo le faltaba una de acción a su campechana lista de géneros. Y por lo menos, logra amarrar al asiento. moviéndose del círculo ártico, a Washington, a Nueva York, donde, casualmente, se encuentra una de los centros bursátiles más importantes del planeta.
Sin embargo, debo admitir que clientes frecuentes de cintas como
Mission Impossible, por sus bien orquestados robos; Enemy of state; por el empleo de gadgets y alta tecnología u otras del tipo James Bond y hasta The day after tomorrow, han logrado mejores secuencias de acción.
En este sentido, National treasure parece de pronto, un pegote de todas ellas.