Cinexcusas - Reseñas, premieres y lo que se acumule!

jueves, diciembre 02, 2004

Nieve 3D


¿Qué *!#@?/|"^~¨ hago de nuevo en este
*!#@?/|"^~¨ blog?
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Desde hace un par de años, noviembre se ha convertido en el mes que más deseo acabe rápido, para así llegar a diciembre y convertir todo en fiesta. Aunado a las películas pre-navideñas que por estas fechas rondan en cartelera, ello provoca que la parafernalia decembrina se adelante por más de un mes (¡en octubre ya había comido pan de muerto y arbolitos de navidad juntos!).
De mi vaga memoria, dos películas han marcado el inicio de la temporada: Serendipity (Chelsom, 01), sobre una pareja que casualmente se conoce durante las compras navideñas, dejando al destino un posible reencuentro y Love Actually (Curtis, 03), mezcla de ocho historias de parejas que lidian con el amor, incluyendo al primer ministro británico que se enamora de su asistente, previo a Navidad.

Este año, la película que me ha marcado es The Polar Express (Zemeckis, 04), cuyo estreno en México se adelantó gracias a la introducción de la pantalla IMAX 3D en Cultisur (el término es del maestro Jorge Ayala Blanco). Escéptico a toda probabilidad de salir asombrado por la tecnología cuya localidad cuesta 70 pesos, salí maravillado. De haber estirado la mano, casi pude haber conocido la nieve cayendo del cielo o chocar con la punta del furgón. La magia de la historia, combinada con los indispensables lentezotes oscuros de plástico que son proporcionados a la entrada y de una pantalla cuya longitud equivale a 10 automóviles, es sencillamente increíble, no hay nada que se le compare a obtener una perspectiva diferente de los escenarios y sentir que se es parte de él.
Si bien estaba un poco renuente en “ver” actuar a un Tom Hanks trazado (más bien, modelado) en 3D y acaso a escucharlo (lo cual no es posible debido al doblaje en español), mi prejuicio se disolvió una vez que arrancó el tren. Y con él, las secuencias musicales (las hay), la coreografía de los meseros sirviendo chocolate (genial), las cumbres vertiginosas por donde atraviesa el ferrocarril (que emula una aventura en montaña rusa) y, por supuesto, la llegada al polo norte, en una imaginería cuyo propósito no es sólo entretener, sino en el mejor de los casos, recuperar la alegría, el ánimo y la posible esperanza, que esta temporada trae consigo.
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Para tod@s l@s grinchs amargados y dramáticos con tanta pesadumbre, no les caería nada mal ir a ver The Polar Express. De veritas. Y si al término de la función les es posible ir a pararse a cualquier mercado navideño y por lo menos quedar expectantes ante lucecitas y adornos, vivirán que es posible cambiar de ánimos y pareceres. Me consta que una noche de tianguis navideño puede hacer maravillas.