Cinexcusas - Reseñas, premieres y lo que se acumule!

lunes, diciembre 13, 2004

La película de tu vida


Por una carrera y pareja así, ¿a quién no le gustaría ser recordado?
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Ahí estaba, en una de las pocas salas que exhibe De-Lovely (Winkler, 2004), enterándome a medias, de los inicios gloriosos en la vida y obra del compositor Cole Porter (encarnado en el actor Kevin Kline). Traía la gana de ver la película por escuchar y apreciar los números musicales, anunciados desde el trailer e interpretados por gente como Robbie Williams (no es mi máximo, pero le pone sabor a las fiestas), Sheryl Crow, Elvis Costello, Natalie Cole y Alanis Morrissette (por esta última correré al rato por el soundtrack: let´s do it, let´s fall in love...!)
Cronológicamente de atrás para adelante, sentado en su piano, con los rascacielos neoyorkinos iluminando la penumbra de su lugar (más tarde me enteraría que Kline vivió en el Waldorf Astoria), aparece Porter, quien es conducido al escenario donde verá transcurrir su vida, desde el momento en que se enamora de Linda Lee (siempre hermosa, Ashley Judd), en una de las guarapetas en Francia hasta... la historia de su vida.
Decididamente gay, en las primeras décadas del siglo pasado, Porter combinó sus romances homosexuales con lugares soñados para vivir: de París a Venecia, a Nueva York, acompañado por una bella mujer quien además de pertenecer a los más afamados círculos del jet set aprendió a tolerar ser querida en segundos planos, siempre impulsándolo a los terrenos de la gloria musical. La de Porter fue una vida soñada, de los mejores eventos sociales, a la fama en Broadway, como musicalizador teatral.
Sin proponer un tema nuevo (Night and Day, de Michael Curtiz en 1946, ya habíase ocupado de este menester) la película semi biográfica de Irwin Winkler (de quien recuerdo At first sight, sobre un romance con ceguera de por medio entre Mira Sorvino y Val Kilmer) atrapa por la narrativa que emplea para ubicar al personaje: todo es un montaje, Porter es testigo de su propia obra, su cumbre, su fracaso. Ante sus ojos y por tanto, del espectador, desfilan quienes le rodearon, quienes le amaron, quienes lo construyeron. Y como aún peco de haberme extasiado por el oscareado Chicago de Rob Marshall (2002), De-Lovely no podía haberme encantado más, tras convertirse en un semi-musical montado en teatro y luego en cine, con los dos planos narrativos que se manejan, más la espléndida fotografía, la guapísima (insisto) Ashley, la estupenda caracterización, ambientación y maquillaje ("el paso" de los años en los mismos actores), la espacialidad lograda en la edición... una cinta redonda.
Es el tipo de películas por las que uno quisiera ser homenajeado. El tipo de obras por las que quisiera ser recordado. El tipo de legado por el que pudiera decirse que se trascendió durante el paso por este mundo. El tipo de amor por el que valiera la pena arriesgar y arriesgarse.
Para quienes apenas nos enteramos de la obra de Cole Porter (no así la discografía de los artistas contemporáneos ya mencionados que dan vida a las piezas musicales), seguro se trata de una muy buena inducción. Quienes ya pasaron por ese proceso, conformará una aceptable remembranza de muchos de sus éxitos.