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miércoles, febrero 02, 2005

"El divorcio es siempre una opción"


No es que no sea casadero. Pero al menos yo, no me imagino así, muy pronto que digamos... ©Arsenal Filmverleih
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Hablando de bodas, casualmente hace un par de semanas no dejé escapar la oportunidad de ver una cinta sueca, totalmente alternativa a la cartelera comercial. Estoy hablando de De confesiones y cosas peores (Miffo. Lind, 2003).
Breve sinopsis: Tobías, un joven sacerdote recién salido de la academia, sale a buscar suerte como predicador en una abandonada iglesia, cuya comunidad en los suburbios de Estocolmo, vive la peor de las apatías en torno a la religión. Ahí, se enamorará de Carola, una chica con capacidades diferentes, quien pondrá en duda sus propias convicciones.
Creo que una de las mejores secuencias de esta cinta ocurre cuando en un desdén, Tobías regresa con Sonja, su ex, y decide casarse con ella. La chica en cuestión es perfecta en el exterior, pero tiene fruti lupis en la cabeza. En plena boda, Tobías se aparta de la muchedumbre y confiesa ante su amigo (y animador del acontecimiento) que ha cometido un grave error, pues su verdadero amor es otra chica.
"El divorcio siempre es una opción", fue el mejor consejo que pudo haber recibido. La declaración es escuchada por todos en el salón de fiestas, ya que el amigo dejó encendido el micrófono y lo traía colgado en la chaqueta. Imaginen cómo terminó la "fiesta".


... y para acabar como el personaje de Miffo, ¡menos!
©Arsenal Filmverleih
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A nadie le resulta nuevo hablar de esto. En 2001, el INEGI reportó un total de 665 mil 434 matrimonios a nivel nacional, contra 57 mil 249 divorcios (los más, con duración de matrimonio igual o mayor a 10 años). Esto es, el 8.6 por ciento. Tan sólo en el DF se casaron 47 mil 918 pero se divorciaron 7 mil 720.

La mayoría de mis amigos han sufrido las separaciones de sus padres, hay quienes la están viviendo (en algunos casos el fallo viene antecedido por hasta tres décadas de convivencia, juntos) e incluso, ellos mismos han atravesado por el trago.

Más allá de esta consecuencia, a lo que voy es que el discurso de la iglesia en la santa celebración del matrimonio, ha perdido vigencia. Todo ese ritual no es otra cosa sino mostrar y legitimar ante los ojos de la sociedad, que la pareja es válida y nadie tiene impedimentos de que como tal así se constituya, al menos yo, ya no me la creo.
Sucede en Suecia, uno de los países con mejores condiciones de vida (si no el que más), lo vivimos aquí. A un par de semanas de haber visto Miffo y un par de días de haber presenciado un matrimonio, me aterra pensar que probablemente un día termine tomando de esta agua que al menos hoy, no prometo beber.