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miércoles, febrero 16, 2005

Cuando vivir se vuelve una obligación


La transformación de Javier Bardem en Ramón Sampedro es increíble, compite por el Oscar. © 20th Century Fox Film

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Ramón Sampedro pide a su sobrino un abrazo antes de partir. Antes, ya le había dedicado un poema de los cientos que escribió. Este, en referencia al hijo que nunca tuvo. La camioneta parte, llevándoselo para no volver. 28 años atado a una silla de ruedas sin poder mover más que la cabeza, por fin lo conducirá a su destino. El mismo que ha pedido insistentemente y que la justicia española le impide y niega en la eutanasia. Morir. La vida así, en la tetraplejía, no es digna.
Hacía ya tiempo que una secuencia como ésta no provocaba en una sala, durante una función, que la gente a mi alrededor no contuviera las lágrimas y se desatara en llanto. Se trata de Mar adentro, cinta del director Alejandro Amenábar, quien sacude muchas fibras nerviosas y mientras cuenta la historia basada en hechos verídicos sobre la vida de Sampedro, estupendamente interpretado y caracterizado por Javier Bardem, provoca una dicotomía entre las ganas de vivir y el deseo ferviente de morir.
“Para viajar sin dinero, vete de marinero”, pregonaba y predicaba Ramón durante su juventud, truncada en el mismo mar, cuando un accidente le quebró el cuello, provocando la pérdida de control sobre su cuerpo, más no de la mente, desde los 21 años de edad. Y a partir de ahí, su claro manifiesto sobre morir, del que están concientes su padre, hermano y cuñada, quienes le ayudarán, junto con Gené (Clara Segura), activista de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), Julia (Belém Rueda), una abogada que comparte la degeneración de su físico y Rosa (Lola Dueñas), una locutora local que resulta en enamorada, a realizar su cometido, sin incriminar a nadie.
A sabiendas del rumbo que toma el personaje en la cinta, probablemente Mar adentro resulte la obra más intimista de Amenábar, quien desde Tesis (1996) y hasta Los Otros (2001), no deja de sorprender, siempre convencido de las historias que se deben contar, con los mejores actores para encarnar a sus personajes.
En el caso, Sampedro vive atado a su cama, rodeado por dos ventanas, auxiliado con una paleta que introduce a su boca para plasmar sus ideas en un rotafolio adaptado (del cual habría de salir un libro titulado Cartas desde el infierno, en 1996). Siempre lúcido, convencido de que morir es la mejor opción, paradójicamente es un tipo carismático, sonriente, que se mofa de sí mismo y de sus condiciones, que a pesar de las limitantes físicas es capaz de galantear con éxito.


El verdadero Ramón Sampedro. © X.M. Albán
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Y en su imaginería, llevada al lenguaje cinematográfico, Amenábar exhibe en una de las mejores secuencias de la cinta, a un tetrapléjico que cuando se lo propone, abandona la cama, la empuja levemente para abrirse paso, corre por un pasillo y sale expulsado por la ventana, volando por las veredas hasta el mar. El mar que le dio la vida y que se la ha arrebatado. El aroma de la brisa que desde su prisión física puede oler. Un mar que eventualmente se convertiría en punto de encuentro para su amor eterno.
Alterada con fines dramáticos, la historia de Sampedro es expuesta hasta parecer una contradicción: la pérdida del sentido de vivir contra la alegría que transmite y que contagia a quienes le rodean. Para exacerbar la tragedia, hay un personaje secundario que se degenera aún más en la trama y algunas adaptaciones de varios cercanos al verdadero Ramón, concentrados en uno solo. Con los artilugios que sean, Mar adentro es una cinta para pensarse, releerse y también disfrutarse, pues a pesar del drama, hay un sentido del humor sobre la desgracia manejado efectivamente. Tanto así, que seguramente podrá conducir a la búsqueda propia sobre el sentido de la vida.

Ganadora del gran premio del jurado en el Festival de Venecia, de múltiples Goya en España así como del Globo de Oro a la mejor película extranjera, podría alzarse a finales de mes con el Oscar en esta misma categoría, posicionando una vez más la calidad del cine español con uno de sus más jóvenes y pródigos exponentes, después del mismo Almodóvar.

Veredicto: gran cinta, estupendas actuaciones, sumamente inspiradora. Para recobrar la fuerza interna y agradecer la capacidad de albedrío que tenemos, cuando generalmente nos la pasamos berreando y pidiendo mejores condiciones de vida. Siempre lo he dicho: a través del cine se conocen los problemas de los otros a través de las visiones de los directores, y hasta de ellos se aprenden. La quiero volver a ver.
Estreno en cartelera: 18 de febrero