Madagascar. Yo me quedaba en NY


Personalmente creo que el penguin squad, se roba -y merece- la película © Dreamworks
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Hace una semana que se encontraban de visita promocional en México Ben Stiller y Chris Rock para hablar sobre Madagascar, la última cinta de animación de los estudios Dreamworks, Jeffrey Katzenberg, productor ejecutivo y socio de esta casa productora, afirmó que el trabajo ni tenía una agenda ecológica en su temática y que el estilo empleado pretendía rendir un homenaje a la animación de los estudios Warner por allá de los años 40.
Desde mi particular punto de vista y sin ser un conocedor total de animación, creo que Madagascar se pasó de tueste y es mucho más cercana a lo que Dreamworks ofreció en Antz (Darnell, Johnson, 98), aquel primer experimento donde unas horribles hormigotas de cabezas cuadradas, nos dejó con el ojo ídem en cuanto a las posibilidades ténicas se refiere. Nada más. Con Madagascar, creo, la compañía de animación no se supera ni logra sorprender, con un producto más bien para los niños.
La historia de unos pobres pero felices animalitos que viven en el zoológico de Central Park y que por accidente se enteran de que hay un mundo más allá de la jungla de concreto nos la sabíamos ya desde el trailer. A un poco más de profundidad e intimidad llegan los lazos entre Alex, el rey león-estrella del espectáculo al público (Ben Stiller en la voz original, Ricardo Tejedo, en el doblaje al español), Marty la zebra, su mejor amigo, quien en su último cumpleaños pide como deseo conocer más allá de lo evidente (Chris Rock / Alfonso Obregón) y les acompañan Gloria la hipopótama (Jada Pinkett Smith / Dulce Guerrero) y Melman (David Schwimmer / Ricardo Mendoza), la hipocondriaca-hasta-el-hartazgo jirafa.
La manzana de la discordia ocurre cuando un sensacional cuarteto de pingüinos (quienes originalmente son los que desean escapar del lugar) emprende la huida del zoológico, con destino inicial a la Antártica pero dejando en el camino a los personajes antes citado por accidente. El resto, es una mini aventura en el lugar que da título a la cinta combinado con la eterna novela de Stevenson: Dr. Jekyll & Mr. Hyde.
¿Qué valía se embolsa Dreamworks? Sin duda, la sorprendente recreación 3D neoyorkina, con todo y Times Square, Grand Central Station, Fifth Avenue y el Rockefeller Center, nada gratuita pues el trabajo les tomó cuatro años realizarlo empleando un equipo de 240 individuos. Del mismo modo, la animación simultánea de tantos elementos selváticos una vez en Madagascar, pues prácticamente cada plantita (50 de ellas fueron diseñadas exclusivamente para este fin, son endémicas de Dreamworks, por decirlo así) cobra vida y... los geniales pingüinos. Hasta ahí.


Como toda buena cinta que emplea a NY de referente, no podían faltar unas tomas en los íconos de esta ciudad. Muy bien logrados, por cierto. © Dreamworks
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El resto, incluyendo a los personajes principales, a ratos se ve demasiado cuadrado (de aquí el símil con Antz); la greña de Alex es constante (no como en la compañía de enfrente, donde desde Monsters Inc. y The Incredibles cada cabello tiene su propio movimiento, luminosidad y sedosidad, tal cual comercial de shampoo), lo que puede ser virtud o desventaja, pues el modelaje y detalle de Dreamworks parece no superar trabajos anteriores.
Por otro lado, la añadidura de los lemures y su estilo de vida parece tomada de videoclip de Ricky Martin con todo y livi´n la vida loca, a lo que se añade en la versión doblada al español, un acento costeñito de los poco afortunados primates.


La recreación de Grand Central Station, también es sorprendente. © Dreamworks
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En conclusión. Los niños seguramente gozarán de personajes extremo insulsos que inteligentes, torpes que audaces. Los peluchitos de Alex y Marty se estarán vendiendo muy bien. Pero todo el público mayor que con Shrek encontró en Dreamworks a la compañía que se pitorreaba de todo lo habido y por haber en fantasía y dibujos animados, con Madagascar, no encontrará un producto igual de crítico. Sí divertido (y eso a ratos), más no de gran competencia a pesar de sus contadas virtudes técnicas.